Una mujer identifica las habitaciones
con el ademán furioso del despecho;
cada promesa pudo contener el abanico
donde llover tantas comedias.
De sostener el puño en alto
pasa a dibujar animales ciegos
con lo aprendido en tardes
que suceden como vagones.
El encono prosigue, multiplicado
hasta las monedas del viajero.
Ella responde
flor ambigua.
miércoles, 11 de junio de 2008
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