viernes, 30 de mayo de 2008

EL VERSO, EN TANTO, MUDA CON LAS MIGAJAS

Espacio de luz herida por un soplo calcinante:
los pies que van a jugar con el viento de la casa
mientras el humo sube al corazón renovado
y sucede como el rostro de Virginia en los papeles.
Han golpeado a mi puerta
las monedas que persiguen al traidor para soñarlo
más allá de la gloria del pan y del vino
o de la sombra inquieta del justo.
Es domingo: la calle vuelve a ser patio
(tal vez quiera probar algo desde la rutina).
El verso, en tanto, muda con las migajas
poblándose de resonancias tribales.

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